La búsqueda del oro ha llevado a muchos exploradores temerarios a recorrer el mundo, solo para regresar con las manos vacías, si es que regresaban.
En los siglos XVI y XVII, los europeos fueron seducidos con nueva fervor por la leyenda de El Dorado: una ciudad mítica en las Américas bañada en riquezas inimaginables.
Innecesario decirlo, El Dorado nunca fue encontrado y el término mismo se ha incorporado a nuestro léxico denotando cualquier lugar de riqueza fabulosa.
Pero había un grano de verdad en la leyenda. Y se puede encontrar en las selvas de Colombia…
Puede que no sea una ciudad entera hecha de oro, pero la intrincada “Balsa Muisca” (como se muestra arriba) supuestamente cuenta la historia de un jefe que se cubría de polvo de oro y se sumergía en el Lago Guatavita, Colombia, durante una ceremonia de inauguración.
Piezas preciosas de oro y esmeraldas eran arrojadas al lago durante el festival, y se cree que esta historia sembró la semilla del mito de El Dorado que conocemos hoy.
Midiendo casi 20 cm de longitud, este delicado modelo fue elaborado con oro extremadamente puro, más del 80%. Fue descubierto en una pequeña cueva cerca de Bogotá, Colombia, en 1969, y se cree que data del período tardío de la cultura Muisca, entre 1200 y 1500 d.C.